No sé si os pasa, pero yo nunca logro evitar que los restos de ceniza manchen la madera del mueble del comedor. Hace tiempo que quiero quitarle ese maldito vicio, pero es inútil. Es su único entretenimiento: sentarse junto a la ventana, con la cabeza ladeada sobre el mueble y un cigarro entre los dientes. Más de una visita ha pensado que se trataba de una escultura neomodernista, pero es mi padre. Lo peor de todo es que hace tiempo que no puede casi ni moverse, y ni siquiera le da caladas; se limita a ver cómo humea mientras se consume. Menos mal que ya dejó los puros.
Algún día la clavaremos, ¿no?
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